Parece obvio si lo dices ¿no? Sin embargo, en muchas ocasiones vivimos unas vidas en las que parece que si no estamos super ocupados haciendo cien millones de cosas, no somos nadie.
No recuerdo la última vez que pregunté a alguien en el ámbito laboral o familiar qué tal estaba y la respuesta fue algo diferente a: "¡Uf, liado! ¡Tengo mil cosas!"... Vamos, como si decir "tranquilo y disfrutando" fuera un tabú. Parece que vivimos atrapados en una especie de competición a ver quién tiene la agenda más llena. La idea de hacer más en menos tiempo parece ser el estándar de vida.
Sin embargo, últimamente le he dado una vuelta a este tema y pensando si realmente nos lleva a lo que queremos. ¿De verdad hacer más significa ser o estar mejor? ¿O, al contrario, es el "mejor" y “menos” el que debe guiar nuestras vida?
Este tema me recuerda al concepto que abordé en relación al libro de 4.000 semanas, una reflexión sobre el tiempo finito que tenemos en la vida. Si realmente solo disponemos de ese número de semanas, no se trata de cuánto hacemos, ya que nadie se acordará de los 10 millones de cosas que hicimos en nuestra vida pero quizá si recuerde ese algo “mejor” o “único” que hicimos.
La falacia de hacer más
A menudo caemos en la trampa de querer abarcarlo todo: más tareas, más proyectos, más compromisos. Nos llenamos de listas interminables creyendo que, si somos capaces de tachar suficientes puntos en un día, habremos avanzado. Pero la realidad es que, al intentar hacerlo todo, lo único que logramos es perder el foco y, en muchos casos, disminuir la calidad de nuestro trabajo. Al final del día, marcar tareas no equivale a progreso si esas tareas no nos llevan a un “mejor”.
Un ejemplo claro de esto está en cómo consumimos entretenimiento. ¿Es mejor ver 20 películas mediocres o disfrutar de 5 películas que realmente nos dejan una huella? ¿y es mejor ves esas 5 películas en un fin de semana o verlas una al mes dejando reposar lo visto? Creo que la respuesta es obvia. El valor de una experiencia o una acción radica en su profundidad, no en su cantidad.
Mejorar primero, crecer después
Este principio no solo aplica a nivel personal, sino también en el mundo empresarial y aquí me aplico el cuento (quizá debería haberlo pensado antes 😊). A menudo escuchamos que crecer es el objetivo principal de una empresa. Sin embargo, crecer sin mejorar es un camino peligroso. Muchas empresas crecemos rápidamente, pero al no haber consolidado una base sólida en términos de calidad o eficiencia, ese crecimiento se vuelve inestable. La clave está en mejorar primero, asegurando que cada proceso, cada producto o servicio esté a la altura, antes de expandirse. Solo así el crecimiento será sólido y duradero.
Foco y calidad
En este sentido, el enfoque es fundamental. Dar significado a una vida y cumplir un propósito no está en hacer muchas cosas, sino en hacer bien las que realmente importan. Burkeman lo expresa de manera clara: "La gestión eficiente del tiempo no es la solución si lo que estamos haciendo no es significativo". En otras palabras, no importa cuánto puedas hacer en un día si no has seleccionado bien las tareas en las que inviertes tu atención.
Para mí, la clave de esta reflexión es sencilla: antes de llenar nuestro tiempo con tareas y responsabilidades, debemos detenernos a pensar en qué es lo que realmente importa. Al final del día, lo que cuenta no es cuántas cosas hemos hecho, sino lo bien que hemos hecho aquello que verdaderamente nos acerca a nuestras metas.
Próximo paso: Deep Work de Cal Newport
Para seguir profundizando en este concepto de priorizar la calidad sobre la cantidad, tengo en mente leer el libro Deep Work de Cal Newport. Newport es un defensor de la idea de que el verdadero valor se encuentra en el trabajo profundo, ese que requiere concentración total y que nos lleva a producir resultados de alta calidad. Lo iré contando por aquí…
me encanta tu reflexión Dani👏🏻👏🏻👏🏻